Feb 14, 2006

Cuentos

El ojo vacilante

En mi segundo viaje de estudios a Europa pude llevar a mi esposa conmigo. Para nosotros, a pesar de que tenía que trabajar como traductor en algunos museos, este viaje era algo así como una segunda luna de miel. El grupo de turistas era muy variado. Jóvenes universitarios, unos abuelos recién jubilados, un par de lesbianas simpatiquísimas y una señorona viuda, rica y poco conversadora. Además, estaba la guía turística y su compañero, al que nunca se refirió como su esposo a pesar de que ambos llevaban el mismo juego de anillos matrimoniales.

Cuando llegamos a Roma el calor era insoportable. Nos alojaron en un antiguo hotel de precio módico convenientemente cercano al gran coliseo, catedrales y galerías de arte contemporáneo donde mi compañera dejó gran parte de nuestro dinero por adquirir unos garabatos a carbón sobre un lienzo amarillento. Nuestra habitación por tres días quedaba en el sexto y ultimo piso del Hotel Tuscania Inn. Al parecer la estancia era como para alquilarla a familias o para gente que viaja acompañada de sirvientes o ayudantes pues la otra habitación conectaba con la nuestra justo en medio del pasillo entre los baños. Era un lujo tener servicios sanitarios privados pues los inquilinos de los pisos inferiores, tenían que compartirlo con todos los huéspedes del ala en que se encontraran. En la otra habitación, o sea, la contigua a la nuestra, ubicaron a la guía turística y a su compañero de viaje. Ambos cuartos se conectaban por la terraza de este antiguo “penthouse” pero la gerencia del hotel había colocado unas macetas grandes con varias palmeras en miniatura, para separar discretamente los balcones que ofrecían una estupenda vista de la bulliciosa ciudad.

Luego de un sofocante día de caminatas y museos, llegamos al Tuscania Inn exhaustos. Mi esposa decidió darse un baño de tina anticipando lo que debía de ser una noche de amor, lejos de la rutina del hogar y del trabajo. Después de años de monogamia no es muy fácil estimularse y por eso pensé adquirir una de esas pastillas que usan los viejitos para lograr una buena erección. La verdad es que no me atreví a comprarlas, confié en mi fuerza de voluntad y en el amor que sentía por mi pareja. Mientras buscaba algo que ver en la televisión, escuché a mis vecinos hablando sobre las incidencias del día. Se escuchaban muy alegres y a veces los sentía corriendo o jugando en su habitación. Mi cuarto estaba oscuro y de momento noté que por el ojo de la cerradura, en la puerta que separaba nuestras habitaciones, penetraba un rayo de luz proveniente del cuarto de la guía y su compañero. Mi esposa había cerrado la puerta del baño así que me encontraba prácticamente solo. Sigilosamente me acerque al ojo de la llave, que por ser bastante antigua era lo suficientemente grande para mirar al otro lado. Sabía que no era correcto espiar a otras personas, me sentía nervioso pero emocionado al mismo tiempo. Mi esposa podía aparecer repentinamente y ¿qué le diría cuando me viera de rodillas apoyando mis manos sobre la puerta que separaba nuestras habitaciones de hotel? Pero tal vez el pecado, la tentación y la oportunidad, se confabularon para obligarme a echar un vistazo.

Mi ojo vacilante se acerco al ojo de la cerradura. Allí estaba ella, la guía turística, desnudándose frente a lo que imagino era un espejo. Al fondo, su compañero aguardaba sobre la cama y aunque no veía su cara sabía que él también la observaba. Mi esposa cerró las llaves del agua y salté como un conejo asustado hasta llegar a nuestra cama nuevamente. Deseaba intentarlo de nuevo pero ¿cómo saber si ella había terminado de bañarse? Decidí hablarle. Abrí la puerta del baño y ella estaba sumergida hasta la cintura acicalando su cuerpo.

– Tráeme una copa de vino, amor. – Dijo con los ojos cerrados y el rostro cubierto en crema limpiadora. Corrí de inmediato a servirla.
– Voy a cerrar la puerta para que no sientas frío. – Dije con cierta prisa.
– ¿Frío? Si Roma debe de estar ardiendo nuevamente, mi querido Nerón. – Respondió juguetona.

Aún así cerré su puerta y me acerqué, como dije, con mi ojo vacilante al hueco de la cerradura de mis vecinos. ¡Que escena más excitante! Que mujer tan bella, con la blancura de una desnudez perfecta, su cabello rubio ondulaba sobre su espalda salpicada con ligeras gotas de sudor que brillaban al contraste de una lámpara de tenue luz ambarina. La escena más erótica que jamás hubiera imaginado. Cabalgaba lentamente sobre su hombre y él sosteniendo con sus manos las voluptuosas caderas de la hermosa mujer, la manejaba rítmicamente mientras ella arqueaba su cuerpo de placer disfrutando en cada galope las nalgadas que le daba su amante para excitarla aún más.

Mi corazón palpitaba a estallar. Sentía los latidos en mis sienes, mis nervios estaban al máximo de sus sentidos. Mi esposa podía salir en cualquier momento y abrir la puerta sorprendiéndome. Ellos, los que hacían el amor placidamente, podían percatarse de la sombra bajo su puerta. De repente, la guía, como si se sintiera observada giro su cabeza hacia la puerta donde yo me encontraba. Me pareció verla sonreír con malicia. Me asusté tanto que corrí de nuevo a mi cama y cuando mi esposa llegó, la recibí con una erección descomunal. Hicimos el amor como en los viejos tiempos. Mi querida esposa quedó dormida luego de mi gran desempeño. Satisfecho también me fui al baño para cepillarme los dientes y darme un duchazo antes de dormir. Entonces de pie, desnudo frente a la puerta contraria, miré a la cerradura de la puerta y al otro lado, un ojo de mujer, un ojo bello de largas pestañas, vacilaba por el hueco de la cerradura.

Pedro L. Cartagena © 2006
Ceremonia de Premiación 2007
1er Lugar Certamen Literario
Recinto de Río Piedras, Puerto Rico

8 comments:

carlitos said...

el voyeurismo es una ciencia , de la cual todos necesitamos para estimular... llevar ganar a la casa propia es lo mejor..

rojitas

MRiutort said...

¿Alguien sabe si la Guía tiene un Blog?

Marilia Villafañe said...

Oye te felicito, me gustó mucho.
Marilia

Frances said...

De verdad este cuento me encanto. Es simplemente unico. Te felicito Pedro por tener esa imaginacion y capacidad para mantener cierto suspenso en el cuento. Lei tu novela Pasajero de Verano y es sencillamente excelente. Exito en todo lo que hagas y que Dios te de mucha Salud siempre...

Beatriz said...

No sabía que lo había escrito usted.

yahaira said...

WOW! es algo extraño pero tan comun somos seres de pasion instantanea o que ???

Karmen said...

Muy interesante. Lleno de pasión y erotismo. Hasta un tanto travieso.

Brookie07 said...

solo tengo que decir WOW!!! me encanto la historia! profesor, lo felicito! saludos! laura matias