Feb 21, 2006

Salimos del mar


El otro día en la playa junto a mi hijo PJ observé cuán irresistible es para los humanos acercarse al océano. Para los niños es inevitable meterse al mar. Sonríen con la confiada expresión de quién regresa al hogar. El ambiente acuático y salado tal vez les recuerda su etapa acuática en el vientre de mamá.

Para la mayoría de los adultos el mar es sinónimo de paz, invoca la serenidad y nos ayuda a reflexionar. Tal vez, el origen de la vida misma nos recuerda que fuimos organismos unicelulares que nos trasnformamos por el divino proceso evolutivo para andar erguidos sobre la tierra. Los mamíferos de la sabana africana están cubiertos de pelo, caminan en cuatro patas y no son tan inteligentes como los mamíferos del mar. Dice una anciana científica, de la cuál no recuerdo su nombre, que nuestros hermanos delfines, ballenas, focas y manatíes tiene la piel gruesa y ligera de vellos como nosotros, sus hermanos. Como ella, no puedo creer que decendimos de un árbol allá en las planicies del Serenguetti. Salimos del mar, creo en su teoría. Aquella tarde frente a esa hermosa playa sentí que volvía a casa. Mi hijo y yo saludamos la fuente de la vida. El mar con todas sus criaturas y misterios nos recibió sin reparos, como ayer.

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