May 23, 2008

Entre dioses orientales

Ahora que veo esta foto, recuerdo que contrario a mis tres compañeros de viaje, que sufrieron severos problemas gastrointestinales, yo, protegido por la diosa Pandya Madurai (a mis espaldas y luego abajo) comí hasta carne de elefante. Creo que se me notan las libras que gané en las Boca del Ganges, degustando sabores exóticos, por aquellos poblados olvidados que florecen con la llegada del monzón, al borde de la Bahía de Bengala. En Kolkata (Calcuta) volví a rezar en cristiano, por aquello de estar en paz con todos los dioses que me rodeaban y me libraron de todo mal, amén.

La mirada


La mirada de mi esposa refleja la serenidad de saber que nuestro hijo se halla resguardado de la pertinaz llovizna que nos sorprendió en aquella tarde de verano. Mientras otros corrían a refugiarse de la lluvia, nosotros tres permanecimos tranquilos y sosegados esperando que pasara el repentino chubasco. Por suerte estábamos preparados para estos pequeños caprichos del clima. Al terminar de colocarme la capa, los observé para verificar si estaban protegidos. Ella aún no se cubría y me miró sonriendo con ternura. Es entonces cuando capturo este instante. Independiente de su brevedad al menos perdurará en la memoria de esta simple fotografía que comparto con ustedes.

May 22, 2008

La estación espacial

Mi hijo acaba de cumplir cinco años, lo miro y me doy cuenta que el tiempo vuela. Esta tarde de verano, sobre el techo de nuestra casa, sentados sobre un contenedor de pintura vacío, oteamos el horizonte de oeste a este pues dijeron en las noticias que la Estación Espacial Internacional sería visible sobre cielos caribeños. Pedrito entonces se acuesta sobre el techo y parece estar aburrido. Al ocaso, sobre los cerros donde habita el gigante dormido, aparece una luz fulgurante que se mueve a gran velocidad sobre el límpido cielo donde comienzan a aparecer las primeras estrellas. La estación pasa sobre nosotros, silente, brillante y veloz. En menos de ocho minutos desaparece por el oriente. Pienso entonces, ¿dentro de veinte años, trabajarán nuestros hijos en estaciones orbitales, lunares o marcianas? El tiempo, tal como la estación espacial que pasó sobre nuestras cabezas, vuela. Quién sabe, espero que cuando pasen veinte años, todavía quede algo del planeta que conocimos.